miércoles, 2 de julio de 2008

Cuando el minutero es tu peor enemigo

La alarma gritó como si le hubieran metido un alfiler en el culo. Y los números bailaban en mis ojos ante el abuso del minutero, aunque la imagen me era un poco difusa por las secreciones que se deslizaban impunes sobre mis pestañas. Estuve a punto de clavar la sien de vuelta a la almohada que nunca, pero nunca!!!, había sido tan, pero tan cómoda...

¡Qué putada! - Me dije, sintiendo en mi cuerpo una batalla épica entre los párpados y el miedo a perderlo todo. Entonces, a duras penas pude dirigirme a dar la clásica meada mañanera (no sin antes, celebrar el rito sagrado de rascar una bola).

Ya estaba en la estación del "Underground", viendo pasar fantasmas que tosían y se lamentaban del desayuno rancio; ultra rico en carbohidratos! Y me pregunté cuál de todos esos rostros me parecía más muerto, no obstante, la escena fue condimentada por una gaviota que pasó inesperadamente surcando el cielo grisáceo de nubes mórbidas, descargando un proyectil fétido (maliciosamente hacia donde estaba). Naturalmente, esquivé el regalo de tan descarado plumífero, pero sonreí ante el suceso, de manera que pensé: Bueno, ¡al menos hay algo con sentido del humor esta mañana!

El tren estaba a un minuto de llegar, pero me parecieron horas. Y mientras tanto, pude divisar a uno de mis tantos demonios espiando desde lejos, escondido entre los brazos de un árbol y la clásica chimenea londinense. Reconocí al muy desgraciado inmediatamente, era uno de los pequeños granujas de mis selectos infiernos, el que más odiaba: "El Tiempo".

Por fin llego el maldito tren! Aunque hubiese deseado que tardase más, si así me hubiese evitado explorar las distintas fragancias melosas de tantas axilas dentro del vagón. Esas verdaderas fuentes de terrorismo puro: los aromas; ¡malditos gases invisibles e impunes! Yo no sabía si un desodorante estaba considerado como un elemento que causa reacciones sobrenaturales en una persona, o quizás reducía el tamaño del miembro viril en los varones, ya que la aversión masculina a este producto es algo digno de explicar vía ciencia o cualquier arte patológica.
¡¡¡Odio cualquier olor que tenga la desfachatez de llegar a mi nariz sin el Ph que considero aceptable!!!

Ahora, en la oficina... Nunca me imaginé que hubiesen prisiones sin barrotes oxidados, donde el sonido de cientos de teclados acribillados por dedos indiferentes y el aroma del café de 4ta calidad, producían en conjunto armónico de ondas expansivas que casi podía palpar con la lengua. Y es allí cuando tengo que olvidar que existo y tratar de producir. Pero el pequeño diablillo se paseaba por la taza con cafeína de mal sabor, de contenido cancerígeno espantoso, ya que estando con 95% de descuento en el supermercado más una declaración que el productor no se hacía responsable de problemas médicos garantizados al 100%, ¡qué más da a pensar! Y el diablillo jugaba con el sueño que sentía en el peso de los párpados, aumentando aún más mi suplicio laboral... Ni siquiera podía refrescar la mirada por la ventana bombardeada por mierda de paloma (¡otros viles roedores alados!).Fui a la cocina para sacudirme el cansancio, y allí es donde otros colegas preparaban el té (producto con 98% descuento, 95%; chances de cáncer mental; 80% problemas prostáticos; 100% probabilidad que tu pareja te engañe con el bribón que saca la basura), para finalmente maquillarlo con leche descremada, y yo me sentía peor que una cucaracha, forzado a sonreírle a todo el mundo cuando lo único que deseaba era gritarles una cuantas cátedras de palabrotas. Pronto, divisé una caja de fósforos en la mesa sucia con cristales de azúcar y aureolas marcadas por la humedad de las tazas, y procedí a prender uno inmediatamente para poner mi mano sobre esa pequeña llama seductora. Naturalmente, la quemadura me dolió como el paso de un rastrillo por la herida infectada. Así, ponía fin al mito de que el infierno estaba hecho fuego, ya que yo lo vivía a diario en esa oficina (creí ser inmune a toda clase de pirotecnia). Al menos, tengo la certeza de que en el infierno, los eructos y pedos abundan.

Hora de volver a casa. Ya con el piloto automático prendido, y esforzándome cada vez más en reducir la velocidad que me toma olvidar un rostro, que de seguro no veré nunca más. Esta vez, los perfumes corporales son peores y más enriquecidos. - El diablillo en el vagón delantero haciéndome muecas.

Una vez en casa, me libero de las ropas cargadas con tanta energía renovable para mi desgracia (nunca me tragué el cuento de que alguien vendría a otorgarme una medalla por reciclar la tediosa rutina). Entonces, pensaba respecto a una sonrisa de alivio, pero hago conmigo lo que hago con cualquiera, me desentiendo y abandono rápidamente la comunicación interna (si es que realmente alguna vez la hubo). Y me visto para visitar uno de los lugares más curiosos del mundo: El Gimnasio...

En ese antro lleno de tiburones rellenos de testosterona y esteroides; féminas con forma de avispa y sudor a gotas deslizándose suavemente por las máquinas siempre frías, voy llegando casi cuidándome la retaguardia. Siento que estoy en territorio enemigo, ya que veo hombres compitiendo con sus clones por ver quién tiene los músculos más tonificados. Voy yo, y hago empañar con el aliento al que pienso que es el perdedor, pero en el espejo, aparecen más tipos de pechos hinchados y culos parados por el ejercicio y la arrogancia.
Hago mi rutina normal sin pretensiones de físico-culturismo, y veo al diablillo pinchándole el culo a la "hembra" del gimnasio (la que es objeto de deseo), y ésta viene y me propina una aguda y sonora bofetada. Se da media vuelta orgullosa, aunque no sin antes escupirme un desprecio. Las risitas alrededor se hicieron tan pesadas con el sabor de la humillación, que tuve que salir huyendo, aterrorizado, ¡avergonzado!

En las duchas, hay otro tipo de sonidos. No sé si se masturban o es el agua que les apuñala.
Y otra vez, me asusto y corro a toda velocidad para vestir mi desnudez en peligro, también evitar la mala suerte de que alguien sea maricón (suelo pasar el jabón por mis tobillos flexionando mi tronco hacia abajo). Allí vi al diablillo, entrando justo en una cámara para broncear la piel.

Una vez en casa, comienza un temblorcillo en mis manos, estoy nervioso y con un miedo inexplicable. Busco angustiosamente las píldoras para doparme y volver a "mi realidad". Las encuentro al lado de una botella de vino rota y las tomo sin mediar dosis alguna, echándolas a siniestra en mi boca, ayudando la deglución con ese mismo mosto lleno de esquirlas.

Es plena oscuridad... Vivo en una gran mansión, pero estoy fuera de ella. ¡Está oscuro!, está muy lúgubre como para calmar mi mente. Veo apenas la luz de una vela en una de las habitaciones. ¡Me acerco rápidamente! Logro penetrar la habitación por la ventana entreabierta que mordía la cortina sometida al abuso del viento, ¡y la vela levitaba!
Paso la mano por sobre su llama y no logro quemarme!!! La intermitente llama danzaba con desenfreno, proyectando su éxtasis a través de la luz tenue que recorría mi rostro, y hay un cuchillo sobre una mesa de madera robusta pero hinchada con la gotera que cae producto de un orificio en el tejado que un ratón descarado dejó sin indemnización alguna. Llueve con truenos que me congelan el corazón...

Veo por la ventana al diablillo que baila un ritual pagano alrededor de una fogata y lanza carcajadas de hienas echándome la hiel. Mi mente delira, mi mente delira, ¡¡¡mi mente delira!!! Cojo el cuchillo y salto a través de la ventana para darle su merecido...




Riiiiiing, riiiiiiiiing, riiiiiiiing!!! '- Abra la boca por favor, ¡eeeeeesoooo! Así se hace, los chicos buenos siempre se toman su medicina...

Aún está oscuro... El diablillo huye mal herido, insultándome y dedicándome su dedo del medio...

¡Oh, no! ¡La maldita alarma no logra despertarme de esta locura! Y estoy nuevamente en la estación del "Tube", viendo como vuela una gaviota bombardera, viendo como los números juegan con la difusión en mis retinas, viendo como el trén llega sólo con axilas peludas y fétidas, el café asqueroso desparramado por los rieles, los basureros follando a todas las dueñas de casa de la cuadra, y también viendo como mi miserable rutina comienza a sacarme de la realidad con la llama de una vela que levitaba en mi horizonte que creí haber construido mientras estuve cuerdo o despierto...

La misma historia y un nuevo día comienza, demostrándome que las cárceles no necesariamente se construyen con barrotes coloreados por la herrumbre y los ladrillos de la rutina que no supe cómo logró atraparme...




MBZ