lunes, 10 de mayo de 2010

Cordón umbilical


Entre el divorcio nocturno total de mis párpados con mis ojos, paseaba las imágenes de un mundo cotidiano, sincronizado, ¡predecible! Y el no poder conciliar el sueño por cualquier motivo, se asemeja mucho a leer un libro bajo los efectos de la droga, cuando se está en cama. Sin embargo, ahí estaban mis fantasías de sábado en la noche, con un dolor aún vivo pero con mi propia naturaleza emitiendo el analgésico.
Entre todas esas imágenes, se vino a mi mente el día de la Madre…
A este lado del mundo, se rinde honores el día 09 de Mayo a la mujer que alguna vez nos acogió dentro de sus entrañas, suministrándonos de sangre, masa encefálica, amor y sueños de buenaventura. Algunos dicen, que en cada día se debería agradecer a vuestras madres, por una labor increíble que juegan en el ciclo de la vida propia. Algunos como yo, pensamos que no tenemos porque celebrar tal día, ya que mi Madre está en todo lo que soy, y yo vivo en el brillo de sus ojos. Es ya un regalo mutuo, el hecho de que ella sea mi Madre y yo sea su hijo. El amor está allí siempre, está en cada gota de sangre que alimenta a las distintas células, cada vez que uno utiliza la visión para contemplar… Pues todo alrededor, viene de la creación de algún ser mágico que tiene el divino poder de hacer de un sueño algo tangible y palpable. Esa misma definición puedo usar con mi Madre.
Creo que las personas (y me incluyo), ante estos días en qué algo se celebra, nos angustiamos mucho más por no saber qué regalar en vez de reflexionar cómo es que llegamos a crecer física y mentalmente. Es salir de un “jaque”, el hecho de comprar un par de rosas, una torta o cualquier cosa que tengamos que pasar por caja. Yo ayer, estaba más molesto con el asunto de si debería regalar algo o no. ¡Materialismo en todo! Y no digo esto de tacaño, sino que siento que no necesito regalar nada material a mi Madre, para demostrarle todo el amor que siento.

Y así comenzó mi día, esperando el autobús (micro en jerga chilensis) en la esquina de mi madriguera. En mi cabeza aún estaba el asunto del regalo (contradicción bipolar interna), y mientras debatía el tema en mi mente, pude palpar la irritación que sienten todos los Santiaguinos que tienen el envidiable placer de esperar por horas los frutos “abundantes” que otorga el Transantiago, como medio de transporte. Ya comenzaba a enfadarme, treinta minutos de pie, un sol implacable sobre mi cabeza, un orzuelo maldito que se burlaba en mi vanidad, y anclado a un lugar en el que el pavimento parecía hacerme prisionero. El acto de uno de los tantos artistas callejeros que ya son plaga, hacía de mi enfado aún peor, con su número artístico que no tenía nada de novedoso (elevar dos naranjas es como llevar el vaso de vino a la boca) y tampoco pensaba en improvisar… Pero se hacen llamar “artistas”.
Ese animal de venas frías, con cara metálica y vidrio, y expresión de sufrir mientras más gente suba dentro de sí, jamás llegó. Por lo que me vi obligado a caminar hacía la estación más cercana del ferrocarril subterráneo metropolitano; alias “metro”, con el enfado de haber tenido treinta minutos más extras de pensar en "un regalo", cuál incertidumbre parecía volverse en un caso demasiado complejo de resolver. Por las calles, cientos de personas con ramos de flores en las manos, caminaban sin siquiera emitir una leve sonrisa, parecían torturados. Quizás, en sus mentes estaba el fútbol, la teleserie del “guerrero del amor” (no he oído algo que me produzca más vergüenza ajena que esto), o cualquier panorama que se dejó de hacer, sólo por cumplir con el calendario.
Me pregunto qué sucedería, si pudiera entorpecer las fechas, cambiar las festividades o cambiar el sentido de lo que se celebra, todo lo que una sociedad considera estándar para todos los que vivimos en ella... La Navidad la celebraría el 21 de Enero, mi cumpleaños el 30 de Febrero, el día de la madre apenas despierte al día siguiente, el día del niño se posterga para el año 2050, el día del trabajador se elimina para que se utilice para “trabajar”, sino llamarlo el día del ocio. ¡En fin!
Finalmente, violé mi propio código y compré un regalo bastante humilde, más que nada funcional de acuerdo a lo en ese instante mi Madre podía estar necesitando. Una vez en casa, el abrazo de mi Madre me bañó en aquella infancia que veo siempre en el brillo de sus ojos. Sonreímos, no le dije que la amaba, no le dije que era la más linda en ese día, sólo le sonreí, pues ambos ya lo sabíamos y no había espacio para la duda. En la compra de un regalo, no sólo gaste un poco de dinero sino que horas preciosas que pude haber gastado conversando con ella, explicándole lo que va sucediendo en mi vida y escuchándole.

Y así, sentí que era un día cualquiera, salvo que volvía por un instante a ese nido que aún conserva algo de mis plumas de cuando era un polluelo. Mi Madre no pedía nada, sólo verme y saber de mí. Con cada cosa que relataba, ella respiraba más hondo viviendo la situación como si realmente la sintiera, fue allí cuando me di cuenta que había nacido pero aún seguía conectado con aquel cordón umbilical. Viviendo en un mundo que mi madre desinteresadamente me había ofrecido.
Nunca hubieron brazos que me hicieran sentir tan protegido, nunca hubo alguien que sintiera tanto orgullo de mí a pesar de los fracasos y múltiples defectos. Por ahí leí en uno de los postulados de un amigo (bueno, estatus en facebook), algo así: “si tuviera la oportunidad de volver a nacer, no lo dudaría un segundo en volverte a elegir”. Qué hermoso es pensar con la seguridad de que vuestra Madre pensaría exactamente igual… Algunas conexiones nunca se pierden.

4 comentarios:

Catalina dijo...

lindo precioso... no sólo eres guapísimo escribes muy lindo también ;)

Marcelo Blu dijo...

Bueno, muchas gracias por todos los cumplidos. Nos conocemos de antes??? hmmm... me dio curiosidad :)
Me alegro que te haya gustado

Catalina dijo...

mmmmm, siiiii nos conocemos :) o si quieres podríamos conocernos nuevamente ;)
dame tu teléfono
besos

Catalina dijo...

ok lindo, perdoname :)
entonces te enviaré un email
besos