viernes, 7 de mayo de 2010

PUENTE FINAL


Hoy es un día de gran dolor... Por fin conozco al más horrible de los infiernos que he vivido; el más crudo que he podido sentir en el alma. Ahora, me doy cuenta que me estoy convirtiendo en algunas de mis prosas o historias, ya que me siento hundir en aquellos pantanos que suelo describir tan lúgubres...
Ella me enseñó a ser "positivo", mirar siempre hacia el frente. Pero ahora, ella me traiciona y me deja demasiado débil, depositándome en la cama más gélida que un amor quebrado puede otorgar. Mis instintos reaccionan, ¡estoy desesperado!, tratando de encontrar la salida cuando antes, quizás antes me hubiese dado por vencido inmediatamente. En fin!, aún en estos momentos utilizo las enseñanzas de aquella que amo con tanta fuerza que llega a doler

Aunque tengo que confesar, que pasó por mi mente un acto que no me volvió a visitar. Quería recordar aquella poesía oscura que escribí cuando estuve en el intento más serio de suicidio, durante mi errática juventud. ¡Ahora estremezco sólo pensarlo!

Tenía en ese instante la edad de 17 años, ¡recién cumplidos! En aquellos años, sólo podía ver oscuridad en mi vida y no tuve la suficiente valentía de afrontar la adversidad que se había obsesionado conmigo(ahora valentía es el valor que más tengo, no así la suerte).

Advierto, que el siguiente trozo del libro "15 -INTENTOS DE SANGRAR", contiene un lenguaje muy gris y un dolor existencial sofocante...


EL PUENTE FINAL

¿Por cuántos días sobrevolarán estas aves negras, esas asfixiantes alturas dentro de mi mente?...
Cuervos, buitres, ¡cuervos y buitres!, vigilando a veces desde la cornisa, como esperando la invitación de abalanzarse.

Miles de sombras sisean al verme pasar con mi cabeza que no puede levantar la vista,
voces susurran a través de las piedras, mi triste arribo ha sido anunciado,
mis ojos enrojecidos de lágrimas se reflejaban sobre los charcos de agua que dejó la última tormenta que no pude derrotar.
Las copas de los árboles comenzaban a llorar, desesperadamente, meciéndose con el dolor de que me perderían para siempre.
Un día gris, ante el suicida que reta a su propia oscuridad, desde las vigas de un puente podrido y cansado de ver el mismo acto.
Abajo, un río silencioso, que ya había perdido la esperanza mucho tiempo atrás.

No habría aplauso alguno, no habría presencia,
cuando el suicida llegase al coito del abismo, aplastado contra la prisión de locura que recorre su mente, y ahogado por los fracasos que aniquilaron los sueños fértiles de una vida.
Fielmente a un momento de tragedia, el aire conserva el silencio para atraparlo cándido hasta el siguiente amanecer...
En la cornisa de la viga ya resignada, y la luz de los faroles que rogaban al cielo repentinamente ennegrecido, ¡se sentaba aquella silueta para no volver a levantar la cabeza!, ¡retando a la oscuridad!, ¡venciendo la cobardía al dolor!



¿Es este puente la última salida?...
¿Es que esta noche, no piensa actuar en este teatro de dolor?...
Creo divisar un único actor, junto al puente que inspira tragedias.

¿Por cuántos días negros, estas aves negras comerán mi carne?...
Sólo hasta el amanecer… – Dijo una voz asfixiada al fondo del río.
El pavimento pide piedad, pero el acto de rogar perdón cae fulminado con una paloma blanca hundiéndose en las profundidades, derrotada y devorada por los peces nacidos en la miseria de una vida injusta, aquella imagen se pierde dentro de esos ojos que nunca más volvieron a mirar el horizonte.

Pronto, las voces se esfumarían en el frío azotador, que ascendía constante.
Tan sólo un momento con la muerte… Pensó que esto duraría por siempre,
pero la ilusión desaparece, ¡el suicida yace abajo destrozado!,
muerto antes de siquiera venir al puente,
quedando sólo el reto; el breve abrazo de la oscuridad y el eterno beso del aplastamiento.

Es el puente viejo, ¡una última salida!, resignado con sus faroles cabizbajos,
y una mujer anciana llorará sobre una fotografía, pidiendo el perdón ajeno.
No sé si mi alma perdida pudo sonreír mi recuerdo a través del viento que arremolinaba las hojas secas sobre el parque donde sepulté mis últimas cartas con una fotografía.
La tragedia, un gozo de los divinos creadores de este mundo,
encubridores por siempre de este triste acto provocado por la desgraciada al azar del capricho divino.
Un ser que sólo recibe azotes, ¡privado de soñar!, tomará siempre aquel camino que conduce al último puente,
buscando desesperado una última salida desde su infierno mismo en vida.

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