viernes, 18 de junio de 2010

ALBATROS

(Albatros pertenece a la obra "COLOSO", aún sin publicación)


Era un objeto imposible de no percibir en el aire,
ya que encandilaba con su radiante blancura.
Porque brillaba como los nenúfares del vientre de una cascada en sueños de princesas.

El cielo entero se adormecía por la sinfonía de su vuelo majestuoso,
¡orquestas celestiales!; ¡divinas!
Más aún, las nubes se retorcían de placer eólico con el canto; ¡el grito de gloria!
de un ave que pastoreaba las suaves olas de este océano, que dignificaba un paraíso perfecto.

¡Sí!, era una hermosa ave…
Un Albatros;
un haz de nieve hecho plumas y alas…
Y estas alas, cuando plegadas sonreían dignas como un abrazo de calor en pleno invierno.
¡Qué majestuosidad este Albatros!
hacía que el corazón del planeta floreciera en diversos colores,
en diversos frutos,
en corales llenos de vida.
¡La vida nunca fue más perfecta!
El mismo paraíso de los Dioses venía a emborracharse de ese mágico vuelo...

La sombra del Albatros cruzaba a diario por los huertos de los hombres,
nutriéndolos y derramando esperanza con sus plumas por inclusive las praderas erosionadas.
E instantáneamente, de éstas,
los sentimientos puros crecían junto al cáliz y los pétalos de cada flor,
haciendo del cuerpo de las hembras,
matrices fértiles de amor.

Sus ojos coloreados con la sangre del Sol, formaban las caricias para cada ola,
en el clímax del abrazo arenoso,
dejando a las almas experimentar la satisfacción de un " vuelo mágico ".

El Albatros vertía sus lágrimas para velar los deseos y los sueños ajenos,
¡altruismo abundante en su corazón!,
que los elevaba hacia las nubes,
para clavarlos en el eclipse que besaba su sombra y el Sol.
Y así, a vuelo rasante,
bañaba los vastos océanos con sus surcos, formando palacios cristalinos,
donde las almas podían converger hasta transformarse en esculturas de amantes.















Pero, por tanto altruismo,
tanta agua, ¡tantos sueños encargados!,
lo hizo sentir pesado y robusto.
Su cuerpo aerodinámico perdía repentinamente la blancura eterna,
esponjándose hasta saturar la majestuosidad de su forma…
Fue aquel peso lo que le hizo estrellar violentamente contra una pequeña Isla;
un atolón seco, grisáceo y cabizbajo.

El pobre Albatros,
herido de gravedad,
no renunció así a su corazón,
y quiso bendecir a la Isla con sus plumas destrozadas.
¡No cabía espacio para el dolor en la expresión bondadosa de su rostro!
Su misión no podía ser embargada ni por toda la sangre bullida de su pico,
ni por sus alas quebradas…

Así, con todas sus fuerzas,
plantó todos los retoños secos que estaban muertos y dispersos,
a orillas de la playa de esta Isla sin alegría.
Los bañó a cada uno con sus lágrimas,
su sangre y las promesas bendecidas por el mismo Dios del aire.

Hubo un momento de silencio, la hiel del fracaso…

No desesperando nunca,
el ave trató de cobijar los ojos de la Isla con sus alas arruinadas,
pero aquellos ojos fueron cegados por la frustración de un sueño podrido,
entonces, el ave miró con amargura al cielo, preguntando porqué la gloria lo había abandonado,
y así, intuyó los últimos minutos de su vida.

Derrota…

Bajó su cabeza sangrante,
y besó con los últimos jadeos,
el rostro de la Isla…
Su pico astillado se hundía en la arena movediza,
junto con su cuerpo.
Como ver una espina blanca clavarse en un iris que sólo deseaba sonreír.

¡El clima estalló salvajemente!
Con truenos prepotentes,
tormentas ácidas y llantos derramados por un océano desbocado, que acababa de perder a su primogénito favorito.
No hubo portales ni espejos que reflejasen alguna luz.
El cielo comenzó a dormir en sus llantos, presagiando por un cruel invierno.
Las nubes se consolaron con mantos negros,
los huertos alzaban pétalos frescos en señal de honores, y los ríos se rebasaron en sus propias riberas, ahogados por la angustia.

¡De pronto!...
Desde el corazón de la Isla,
una extraña luz emergió, irradiando como un suspiro del Sol.
Esta luz mutó lentamente su forma,
haciéndose cada vez más delgada y hermosamente blanca,
la arena que caía de ella se volvió suave como plumas de Arcángel.
Y así, la Isla estrenaba sus ojos nuevamente fértiles.
El paraíso notó que era hermosa.
Luego, nacieron unas grandes alas de los retoños secos, y comenzó su dicha legendaria en un vuelo majestuoso,
bendiciendo valles,
besando los frutos de los huertos,
dorando los ríos de miel,
coloreando los océanos y los corales,
concibiendo las semillas de los ángeles, en su vientre…

¡Se volvió objeto de admiración!

Finalmente,
se perdió entre las olas
(monumentales palacios de agua)
y los latidos del océano,
viviendo en los eclipses del Sol con sus ojos...

“Nunca nadie, volvió a recordar la imagen del Albatros… ”

MB

1 comentario:

Catalina dijo...

Precioso tu Albatros. No hagas caso a comentarios mala leche.
besos guapo